domingo, 6 de febrero de 2022

Una noche loca (En colaboración con Nadia Santana, ideóloga)

 Advertencia, la historia que van a leer aquí es ficticia, cualquier coincidencia con la realidad es sólo eso, coincidencia, y las fotos utilizadas no son de mi propiedad, y son utilizadas de manera meramente ilustrativa para la historia.. Esta historia no la debería leer un menor de edad


                              Una noche loca 

Abrumada por el cansancio y una larga semana de trabajo, decidí salir sin rumbo fijo, tenía deseos de tener una noche loca… Cuando me di cuenta, ya estaba frente a un bar, entré por un trago, hacía mucho que no bebía y me lo merecía. Entré y fui directo a la barra, pedí un trago, daikiri de frutilla, eché un vistazo hacia las mesas y allí lo vi (por mi mente, como un susurro, me llegó la clara señal de que solo podía ser con él mi noche loca). Estaba sólo, con botella de agua en frente de él. Tomé mi copa y, sin pensarlo dos veces, me acerqué y le pregunté si podía sentarme a su mesa. Él, sólo con un gesto y una mirada que me mató, me dijo que sí.

            Me senté sintiendo como su mirada me recorría de pies a cabeza, sin disimular. Sus ojos parecían sonreír y arder al mismo tiempo. Sentí que me desnudaba el alma con esa mirada. Él era muy apuesto. Además de esos ojos avasalladores, tenía un hermosa naríz y unos labios bien carnosos que sospeché besarían como los dioses. Más tarde me di cuenta de lo alto que era, pero en ese momento su hermoso rostro y sus manos acapararon toda mi atención, además claro de su voz tan varonil. Me preguntó si estaba sola y dije que sí. Yo también estoy sólo, me dijo. Estiró hacia mí una mano esbelta de dedos muy largos.

-                       -  Puedes llamarme Wookie.-  me dijo.

                    Yo le dije mi nombre mientras nuestras manos permanecían en contacto más de lo habitual para un saludo entre extraños. Sentí de pronto mucho calor, y puedo asegurar que no era producto de la bebida, pues aún no había tocado mi copa. No podía dejar de mirarlo y él, por su parte, tampoco despegaba sus hermosos ojos de mí ni un segundo. Me dijo que estaba de viaje por negocios y que había perdido su vuelo. Me dijo que era coreano y que había aprendido español en el instituto como lengua opcional, luego me preguntó qué hacía yo, quería saber todo de mí. Hablamos de todo un poco, nos reímos, intercambiamos ideas, sin notar el paso de las horas. Creo que fuimos los últimos clientes en marcharnos, pero, no estoy segura.

            De pronto, me tiró de la mano hacia él y, pegando sus labios a mi oído, me dijo que no quería pasar aquella noche solo. Me estremecí, teniéndolo tan cerca, así. Le contesté que yo tampoco quería estar sola esa noche y fue entonces que me invitó a su hotel, acepté sintiendo que el corazón se me aceleraba de pronto. Debo confesar que era la primera vez que me aventuraba a una noche así. Ni siquiera pensaba que realmente fuera a encontrar a alguien, supuse que entraría en aquel bar, tomaría mi bebida y después, volvería a la soledad de mi casa…

            Nos fuimos tomados de la mano y, al llegar a su habitación, antes de prender las luces, me aprisionó contra la pared y empezó a besarme. Despacio al principio y luego con más apremio. Unos besos que me hicieron olvidar mi nombre y cualquier otra cosa que no fuera el calor de esos labios y sus habilidosas manos recorriéndome como si de pronto se hubieran multiplicado. De mi boca entre beso y beso, sólo podía repetir una y otra vez su nombre.

-            -  ¡Wookie!

Nuestras ropas, una a una fueron cayendo al suelo, en cualquier parte, al tiempo que él, en dos o tres pasos me llevó hasta su cama. Allí, a la luz del velador, la única luz encendida en toda la habitación, pude deleitarme con el espectáculo que era apreciar su hermoso cuerpo en toda su gloria, una escultura esculpida “por los mismos ángeles” Tenía unos hombros poderos y hermosos, el torso bien marcado. Todo él era una obra de arte, una escultura que se escapó de algún museo de fantasía femenina. Verlo así, en todo su esplendor, tan sensual y tan peligroso, quitaba la respiración y creo que también me despojó de la poca cordura que me quedaba aquella noche.

            Tomé cuenta los tatuajes que marcaban su hermosa figura, haciéndolo ver aún más sensual y ardiente. El, por su parte, me devoraba con la mirada y no tardó en retomar la tarea de enloquecerme a base de besos. Quería preguntarle el significado de aquellos tatuajes, pero de momento, no teníamos tiempo de hablar, ocupados en acariciarnos y besarnos. Enredé mis dedos en su pelo negro y corto y después me sujeté de sus poderosos hombros como si mi vida dependiera de ello… El mundo entero parecía girar sobre nosotros, y hasta creí escuchar fuegos artificiales confundidos con nuestros suspiros y gemidos. ¡De modo que así se sentía estar en el cielo! Todos mis sentidos parecían estar en plena revolución. La cama ardía bajo nuestra piel desnuda, mientras él me hacía tocar las estrellas una y otra vez. En algún momento, no sé cómo, llegué a besar sus tatuajes y de nuevo quise preguntarle la historia de cada uno… Quizás al día siguiente podría preguntarle por qué tenía tatuada la Catedral de la Sagrada Familia en el muslo junto a aquellas palabras… Por mi felicidad…

            Al día siguiente, al despertar, sentí que uno de sus brazos me mantenía pegada a él. Lo miré mientras él dormía plácidamente. Se veía tan dulce y tierno, casi indefenso. Así, con ese aspecto de niño, era imposible adivinar todo el fuego que llevaba dentro y de la pasión loca de la cual era capaz. Estudié sus parpados, terminados en largas y poblabas pestañas y me tentó la idea de acariciar y besar esa boca entreabierta que parecía justamente pedir un beso… No quise despertarlo, pensé que lo más prudente era marcharme antes de que lo hiciera, después de todo, lo nuestro sólo había sido la loca aventura de una noche. Me moví lentamente para desprenderme de su abrazo y fue entonces que él abrió los ojos y me miró.

-          - No te vayas – me dijo con voz ronca – No te vayas.

                       Me lo dijo en coreano, pero yo logré entenderle, y lo cierto es que no me fui... 
 … Veinte años después, viviendo en Corea del Sur, sigo atrapada por esa mirada y ese fuego que hace que me enamore como aquel primer día que despertamos juntos, mi marido y yo.


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